El sol de
la tarde recortaba la imponente silueta del monasterio que se erguía intentando
alcanzar el cielo sobre la cordillera. Ya desde varios kilómetros antes, el
caminante lo podía ver a lo lejos cuando se detenía a recuperar el resuello tras
el esfuerzo de afrontar las rampas que conducían a esa atalaya que tan de moda
se había puesto. Lo primero que impactaba al llegar a sus puertas era la
sensación de paz que impregnaba el alma y un silencio que solo osaba romper el río
que corría al lado de la sede de la congregación. Una vez se traspasaba el umbral,
un grupo de lamas, todos ataviados con sus túnicas rojas y blancas, se movía
industriosamente por el patio. Resultaba curioso como realizaban sus tareas
domésticas de manera tan sincronizada: los de la parte de atrás se adelantaban
al unísono para achicar el patio y los de la parte delantera rodeaban a un yak intentándolo
llevar a un flanco, allí donde la presión es más efectiva. Flotaba en el ambiente un aroma a felicidad y a armonía que no había visto en ningún sitio.
– El señor Coladores,
supongo. Soy el hermano Filipe, su guía aquí en el monasterio –agregó adelantándose y haciendo una pequeña reverencia uno de los miembros de la orden–. ¿Le gusta lo que ve?
– Eh…Sí,
sí, claro. Es un lugar diferente. ¿Lleva usted mucho tiempo aquí?
– Llegué
hace casi tres años procedente de otro monasterio en el noroeste de las
montañas, una congregación dedicada a la pesca y al marisqueo. Estaba perdido
cuando lo hice, pero aquí he encontrado mi sitio, sobre todo desde que el
maestro vino a nosotros, hace ya casi un año. Él me ha cambiado la vida.
– Ya…y,
¿cuándo podré ver al maestro para la entrevista?
– Todas las
cosas llegan, no se impaciente. La piedra es piedra aunque acabe en canto
rodao. Fíjese en los hermanos. Todos han sabido esperar su momento. Por
ejemplo, ese de allí, el de la nariz grande, es navarro y llevaba una vida desdichada
en el mediocentro, el maestro alineó su espíritu quince metros más adelantado y
ahora es feliz y se siente útil. Mire también a ese otro hermano que está en el
huerto, ha adoptado el nombre de la humilde cebolla y se ha hecho vegetariano
tras haber llegado a nosotros rayando la obesidad tras una existencia llena de
excesos. Todo gracias al maestro.
– Eso, eso.
Vayamos a ver al maestro. No le hagamos esperar más…
– El pájaro
que tiene prisa e intenta volar con el ala mojada se espanzurra, el pájaro
sosegado despega sin problemas. Antes de eso tiene que verle el hermano Mario.
Él es el que distribuye los tiempos de nuestros movimientos e inicia la
secuencia de meditación con balón. Otro caso impresionante el del hermano
Mario. Era un pusilánime y un sin sangre que pretendía reafirmar su
personalidad a base de peinados afro. Ahora es la mano derecha del maestro.
Hermano Mario –saludó el hermano Filipe–, le presento al señor Coladores, es el
periodista que viene de la ciudad.
– Largo
camino ese –dijo el monje que desempeñaba las funciones de ayudante del maestro–.
El hombre hace su camino por largo que sea, pero mejor ponerse filis en los
zapatos….
– Eh…Ya, ya…¿Puedo
ver ya al maestro?
– Ahora
pasamos, pero recuerde que el agua nunca viaja más rápido que la corriente,
aunque de la mineral prefiero no hablar…
Flanqueado
por los dos cicerones, se adentró en una habitación oscura y austera. Llegaban
a sus oídos los mantras que un grupo de ayudantes recitaban extasiados en una
estancia cercana cuando una figura vestida de negro se acercó a él
prácticamente levitando. Estaba claro que el hombre que tenía enfrente tenía
algo especial, algo que le hacía diferente a tantos otros a los que había
entrevistado. Sin llegar a hablar siquiera, llegaba a comprender el por qué de
que todos los que se acercaban a él, creyeran ciegamente en su persona. Había
llegado a escuchar incluso que fieles de muchas otras religiones, musulmanes
turcos o colombianos de sólidas creencias católicas, habían abandonado su fe
para abrazar la suya en cuanto le conocieron. No era de extrañar…
– Maestro…Un
placer conocerle….–dijo el columnista visiblemente nervioso.
– No me
llame maestro, se lo ruego. Llámeme Diego Pablo….
Maestro... Usted si que es un maestro.
ResponderEliminarAunque yo, fíjese, más que un monasterio tibetano, a este Atleti lo compararía con algo más ruidoso, una factoría o algo así o un motor en la que todas las piezas se mueven de forma sincronizada en pos de un objetivo común. Aunque, también es verdad, describirlo sería mucho más aburrido...
Buenas Tardes, D. Emilio.
Ahora que usted lo dice, tal vez el Cebolla pegara más en ese escenario industrial...a Mario y Filipe no acabo de verlos todavía, a pesar de la mejora mostrada en ambos casos...
ResponderEliminarBuenas tardes, ya casi bordeando las noches...
Ommmm¡ Ommmm¡ Ommmm¡
ResponderEliminarCholo Simeommmm¡
Grande, Don Juanillo....jajajaja...
ResponderEliminarDon Javier, agradezco su ofrecimiento pero mi intención es mantener únicamente enlaces a blogs del Atleti o páginas de deporte en general.
ResponderEliminarGracias de nuevo y saludos.
Vengo en busca de la crónica contra la Real, esperando que fuese tan buena como la del año pasado: esa historia de una película de un niño que se pasaba el día en el cuarto de baño. Y en cambio encuentro esto, mucho mejor si cabe, le felicito. (soy LH)
ResponderEliminarAgradeciendo el amable comentario de Don LH, debo de nuevo escudarme en la, ya casi, proverbial falta de tiempo para saltarme alguna crónica de manera arbitraria...
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