Sacaba brillo el señor marqués a su nabo, al de oro, claro, cuando escuchó alboroto a través de la ventana que daba a la fachada sur de su palacete. Se asomó disimuladamente para ver a la mayoría de sus siervos en pie de guerra. Una masa desgreñada y mayormente desdentada que, horca y antorcha en mano, pedía a gritos ser escuchada. Retrocedió el noble un par de pasos para asegurar su invisibilidad ante la turba y se puso a pensar qué mosca habría picado a sus vasallos para salir de sus humildes chozas en una noche como esa.
Gobernaba el señor marqués su feudo con mano de seda acharolada. Eran tiempos de prosperidad pero ya se sabe cómo es la gleba, dos malas cosechas y piden hogueras para quemar a alguna bruja. Había heredado el marqués su feudo de un señor que dio grandeza a aquellas tierras. Un señor de los de antes, de patilla poblada y culo pelado de abrir surcos con el arado. Todo el esplendor que aquel trajo pareció menos esplendor cuando la turba empezó a tildarle de villano. Esa era una lección que el marqués había interiorizado muy bien. Él nunca dejaría que la masa llegara a señalarle. Y si había que ceder algo a sus súbditos, se cedía y en paz.
La masa de vasallos, como toda masa necesitaba un rumbo. Ese rumbo lo marcaban los hermanos escribanos de la abadía que se alzaba al pie de las tierras del noble. Bastaba con que uno de los monjes deslizara una idea en las mentes de cuatro o cinco campesinos para que esa idea se convirtiera en estandarte a lo largo y ancho del feudo. Eso lo tenía muy claro el marqués. Por ello, nunca osaba contradecir lo que los monjes opinaban, aunque fuera a costa de colmarles de unos privilegios que nunca tuvieron por aquellos lares. Dentro de los frailes escribanos existían dos facciones bien diferenciadas: por un lado, los que realizaban sus copias en papiro blanco inmaculado y plagado de soberbia, por otro, los que sobre lino de Egipto copiaban los textos utilizando tintas azul y grana de falsa humildad. A ambos grupos intentaba contentar el marqués por igual. Si los unos creían que aquel labrador recolectaba mejor en el centro de la retaguardia que en un lateral, allí lo ponía el noble. Si los otros pensaban que se cosechaba mejor con un falso delantero centro, así se hacía. Qué distintos eran aquellos tiempos en los que el anterior señor no permitía influencias externas. Qué diferente al trato hacia él de los monjes escribanos. Cuán embarazosos episodios se vivieron cuando el anterior señor, considerado un Sabio por muchos, incluso por este humilde cronista, decidió apartar de las labores del campo a un labriego que ya no estaba para esos trotes. Los clérigos comenzaron una campaña de acoso y derribo que acabó con su cese tras haber puesto en duda su honor y hasta su hombría. Ahora no, ahora se vivía una calma interesada que fomentaba el noble heredero a base de no cobrar diezmos a los frailes y de no reclamar su legítimo derecho de pernada.
Azuzado por su ayuda de cámara el marqués decidió a regañadientes salir al balcón para aplacar la ira del vulgo. La causa del quebranto de la masa enfervorecida era el pedrisco que había arruinado la cosecha de frutales y la búsqueda de un responsable al que cargarle el muerto. Enseguida se encontró a uno. Un campesino rubio y espigado que nunca se metía con nadie. Un hombre callado que venía a trabajar las tierras arrendadas como temporero desde Britania. Un labrador que siempre había usado con brillantez los aperos de labranza y al que la suerte no le acababa de sonreír del todo últimamente. Su independencia y el no alinearse con ninguna de las dos facciones existentes en la abadía le habían puesto bajo sospecha. Pasó de callado a blasfemo, de tímido a taimado y de trabajador infatigable a perezoso practicante de sortilegios. Miraba el señor marqués a la turba profiriendo gritos vengativos. La noche se llenó de voces que clamaban lo que, para ellos, sería la solución a los problemas de aquellas tierras: “Entréguenos al nueve señor marqués”, “Arriende esa parcela a Negredo o a Soldado”. Mientras tanto, los frailes sonreían satisfechos algo apartados del griterío ante una nueva muestra de su influencia. Resultaba chocante que todos los males que últimamente acuciaban a la explotación se pudieran achacar a ese humilde trabajador, pero ya saben ustedes que siempre es mejor buscar un chivo que mirarse el ombligo para descubrir qué no funciona. El señor marqués alzó las manos pidiendo silencio y exclamó con voz algo trémula:
– ¿Queréis al nueve? –forzando una dramática pausa que se fue rellenando con los murmullos de asentimiento de la plebe–. Sea entonces…
La turba estalló en vítores hacia su marqués para, seguidamente, dirigirse a paso ligero hacia la magra cabaña donde el campesino del número nueve descansaba con su familia. Lo arrasaron todo. Casa, graneros y campos de labranza iluminaron la noche con las llamas de la injusticia. Sólo de esa manera se asegurarían de que los últimos malos resultados acabaran. Ya no había nada por lo que preocuparse.
Todavía resonaban algunos ecos de revuelta en los oídos del señor marqués cuando volvió a sus quehaceres sin pensar demasiado. Se sentó cómodamente y agarró de nuevo el objeto al que tanto le gustaba sacar brillo. Su nabo…el de oro, por supuesto.
Muy bueno Don Emilio
ResponderEliminarUsted que me mira con buenos ojos...
ResponderEliminarD. Emilio, se ha superado.
ResponderEliminarLas tropas del marqués ultimamente no guerrean con mucho ardor. ¿Será porque no descansan los guerreros? Además, como no cuentan con un buen ariete no son capaces de derribar las puertas de los castillos. Claro, utilizan uno de bolsillo.
¡Que tenga buen día!
Es que el marqués no es de guerrear Don Alberto. Es más de comerciar con hidromiel y tules orientales para no tener que molestar al de enfrente.
ResponderEliminarLo del ariete es una verdad como un templo, recuerden ustedes lo que decía Villa de la importancia de jugar con Torres y de cómo fijaba a los centrales. Lo mismito que con Silva de 9, vamos.
Un saludo
Buenas, con permiso
ResponderEliminarEs que comparar a Luis con Del Bosque es como comparar al Cid con Boabdil. Esperemos que no haya que decirle al Marqués aquello de "Llora como mujer..." por su blandura y su dejar hacer.
No jugar con un delantero y con Villa de extremo, poner dos medios centros defensivos cuando con Busquets sobra, no poner a Sergio Ramos de lateral, y en general no poner un lateral derecho que doble y llegue a la línea de fondo... son todos pasitos atrás en dos sentidos, primero muestran a las claras que este señor es un cagón en toda regla, de hecho la única vez que yo he visto jugar a los tramposos con cinco defensas ha sido con este señor, y segundo con un equipo hecho, que funcionaba, que jugaba al futbol como los ángeles, con posesión y LLEGADA, resulta que cada vez somos menos reconocibles con respecto a 2008.
Sobre su entrada de nuevo enhorabuena, me ha hecho pasar un rato agradable y creo que pone de manifiesto un asunto que cada vez mas gente ve, la diplomacia está bien, pero es que este tipo se pasa un poco, no?
Saludos cordiales
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarVaya por delante, que luego me pegan palos en algunas redes sociales (algo que queda muy moderno y cosmopolita), que al señor marqués no le tengo más fobia que la necesaria y suficiente por su historial como alineado del equipo cuyo escudo es un despertador. Dicho esto, la comparación es odiosa se mire por donde se mire: ¿a qué damos más valor? ¿al que se arriesga y crea un estilo (algo demandado desde tiempos inmemoriales) aguantando palos cuando se perdían amistosos contra Rumanía o al que lo continúa pirateando ideas ajenas?
ResponderEliminarLo más significativo es ese calcar las posiciones que los otros dos prueban en sus cortijos: ahora Villa sólo puede partir de banda, ahora Busquets puede jugar de central, ahora Blossom tiene que jugar de central, que de lateral no es tan bueno...
Su diplomacia me parece interesada. Evidentemente, su mayor interés es no molestar a ninguno de los dos bandos, pero con otros bandos no muestra tanta consideración: Torres en la grada, Domínguez y Botía de excursión guiada mientras juega Javi Martínez de central y Busquets de lateral...Experimentos que creíamos olvidados desde aquella época oscura pero que nos hacía sonreír por cómo era tratada la prensa, el Clementismo ilustrado, en la que Molina podía jugar de interior y casi estrenarse como goleador.
Un abrazo
El marqués no entregará a Torres, de momento. Se aferra a un grupo de futbolistas muy definido y poco va a cambiar. Estos partidos amistosos deberían haber servido para ver a algunos futbolistas, pero el marqués, erre que erre, nos brinda pocas sorpresas.
ResponderEliminarNo obstante, don Emilio, Torres debe mejorar. La lesión de la temporada pasada y el esfuerzo por estar en el Mundial le siguen pasando factura.
Un abrazo y discúlpeme haber estado tan ausente.
Pues yo a Torres no le veo mal, Don Julio. Le veo cada día mejor físicamente en los partidos del Chelsea. Aún así, el juego de la selección no le va nada cuando de brillar se trata. Eso sí, sus compañeros valoran su capacidad de sacrificio y los huecos que les abre.
ResponderEliminarUn abrazo...por favor no se disculpe, siempre se le espera por aquí, su presencia es un honor.