Sabemos por
experiencia que un parón de selecciones es como un primo lejano que viene a la
ciudad y se te mete en casa de okupa con la austera intención de ahorrarse el
hotel. El parón, que siempre aparece de manera inoportuna y más cuando la liga
acaba de comenzar y todavía no ha dado tiempo a saborearla, se presenta en
nuestros dominios con su maleta de cartón e intenta paliar su molesta condición aportando
a la causa familiar suculentas viandas traídas del pueblo, algo muy apreciado
por los que somos de ciudad. Llenas están las hemerotecas de casos en los que
pobres urbanitas como el que suscribe se regodean paladeando chorizo de gato
disfrazado de cerdo ibérico pero que degustado lejos del asfalto da el pego
como si el minino hubiera sido alimentado con bellotas desde su más tierna
infancia. Teniendo al parón en casa uno no puede pasearse en calzoncillos ni
meterse el dedo en la nariz cuando le pica y debe evitar aparecer en la cocina
con las sandalias de la piscina sobre unos calcetines de rombos por muy cómodo
que el conjunto resulte. Es probable también que uno se vea desterrado a dormir
al sillón porque al parón hay que dejarle la cama del niño para que tenga algo
de esa intimidad que nos ha robado con alevosía, pasando inmediatamente el niño
a dormir con la madre siguiendo el dictado de una de esas leyes no escritas
sobre prioridades que existen en todos nuestros domicilios. Uno cuenta los días
para que el parón termine pronto de solucionar los asuntos que le han traído a
estos nuestros lares y se vaya con viento fresco para poder recuperar nuestra
vida: nuestra cama, nuestros discutibles estilismos caseros, nuestros sábados y
domingos con fútbol de nuestro equipo y no con partidos contra combinados
nacionales que representan a países con nombres de postre o de enfermedad
contagiosa. Aun así, en esta ocasión uno agradece que el parón de selecciones
se hiciera carne después del partido en el Pizjuán. Con ese regusto a partido
grande, a equipo que puede aspirar a todo que dejó el Atleti.
Si el parón
se hubiera demorado solo un poco, si su tren hubiera llegado una jornada más
tarde a la estación, hubiéramos tenido que soportar la estancia del parón
escuchando los lamentos de los habituales cenizos, que los hay y a racimos
entre los nuestros y entre otros de cuyo nombre no quiero acordarme. No estuvo
bien el Atleti ante el equipo del padre de los hijos de Shakira, sí. Tal vez no
salió el plan como se esperaba pero tuvieron en el lance más peso los fallos
individuales y las actuaciones algo oscuras que los fallos en el planteamiento.
Lo mismo alguien ha llegado a interiorizar tras un verano de castigo subliminal
que este Atleti está confeccionado para retar a los dos equipos del régimen a
campo abierto. Cierto es que David tumbó a Goliath y a eso se aspira, pero con
honda, no a bofetadas. Cuando el equipo se olvida de meter en el equipaje la
presión asfixiante o el acudir a la llamada de los balones divididos como si no
hubiera mañana y cuando varios de los acostumbradamente más brillantes entre
los nuestros se ponen de acuerdo para levantarse poco católicos ocurre algo
parecido a lo que ocurrió. Añadan a la ecuación si son ustedes tan amables que
Marimar y Messi rebuscaron en la chistera para sacar de ella dos palomas justo
cuando el número flaqueaba. Nada de jinetes apocalípticos ni de aguas que se
abren. Solo fútbol.
A favor de los
que suelen apreciar la botella medio llena habría que apostillar que un Atleti
en clara fase de rodaje perdió por un escaso margen de diferencia y que hasta
se puso por delante a pesar de los pesares. No me esperen tan pronto para
señalar, que además queda muy feo, ni para buscar alternativas desesperadas. Nadie
prometió que esto fuera a ser fácil ni que las temporadas se analizaran cuando
empiezan a dar sus primeros y titubeantes pasos. Tomen ustedes distancia,
disfruten del camino y sean pacientes. Tiempo habrá para jubilar, vender o
mandar a hacer puñetas a éste o aquel y para saber si los nuevos fichajes acaban
convirtiéndose a la religión de la cual Simeone es el único profeta verdadero.
No confundan exigencia con cortoplacismo, por caridad. Mientras tanto,
permítanme disfrutar de los últimos vestigios del glorioso chorizo que el parón
me trajo como obsequio para intentar minimizar los trastornos ocasionados por su
presencia. Nada que ver con los chorizos de aquí, de la ciudad. El de pueblo tiene
un sabor difícil de describir, una frescura que parece que el cerdo que lo posibilitó
hubiera pronunciado su último miau hace tan solo unos minutos…
Me he reído con ganas. Mi único inciso, en consonancia contigo, Emilio tratará sobre el color de las camisetas de los contendientes, que me hizo insufrible seguir con claridad el desarrollo del encuentro.
ResponderEliminarY como sucedió el siglo pasado, año del histórico doblete que el Cholo también vivió...
Me gusta más la camiseta azul. Y me la voy a comprar. Noscsienta de champions, como ayer se apreció en el infierno.
Y cuando algo nos sienta bien... Lo vamos a lucir.
Feliz temporada, Emilio. Y viva el chorizo del pueblo.
La segunda camiseta de este año es muy bonita, nada que ver con esa espalda desnaturalizada de la primera equipación.
ResponderEliminarLos diseñadores de camisetas deberían hacérselo mirar, ayer mismo el equipo de Marimar jugó en Roma vestidos de Frigurón....
Saludos