Guardamos
todavía en la boca el regusto del champán paladeado, restallan aún en nuestra
espalda las palmadas con las que se sellaron los abrazos recibidos y se muestra
la voz también convaleciente del maltrato al que la hemos sometido desde que el
sábado se nos vistió el Atleti de campeón de Liga cuando se nos echa encima otra
cita con la historia. Nos debe el destino una bien gorda en forma de Copa de
Europa y se la debe particularmente a Luis y a su personalísima interpretación
del salto de la rana al celebrar el gol que nos hizo tocar el trofeo con la punta de los dedos. Fíjense
si tendremos todos marcado aquel episodio que ninguno de los nuestros falla al
acordarse del nombre del innombrable que nos la arrebató a traición desde tan
lejos. Da igual que ustedes pregunten a mayores o a los más pequeños, a los que
lo vivieron in situ, a los que lo vieron agolpados frente al escaparate de una
tienda de electrodomésticos, a los que lo vivimos sin ser conscientes o a los
que saben de aquel episodio de oídas. Schwarzenbeck. A todos nos sale casi
instintivamente el nombre del muy malasombra y somos incluso capaces de
escribirlo sin fallar cuando muchos de nosotros llamamos a Schwarzenegger Arnold
porque no sabemos ni pronunciarlo. Schwarzenbeck, repetimos todos acordándonos
de su peinado setentero y de todos sus mismísimos muertos.
El caso es
que uno, que anda ocupado en sobrellevar estos días de transición entre final y
final de la mejor manera posible, no puede evitar aunque sea sin querer posar
una mirada furtiva en algún periódico, cenar mientras se desarrolla la sección
de deportes de un informativo o escuchar de pasada una tertulia económica en la
que se habla de balompié cuando se lleva el transistor a la oreja. Hablan los
medios sobre la cita y analizan hasta la extenuación posibilidades de unos y
otros pero, eso sí, siempre con el mismo sesgo salvo honrosas y meritorias
excepciones. Pareciera que el equipo al que abiertamente apoyan el presidente
del gobierno y el líder del principal partido de la oposición se enfrentara en
la final a un conjunto bielorruso dado el trato que se da a cada uno de los contendientes.
Si midiéramos el tiempo que los programadores de escaleta otorgan a cada rival
en los espacios que tocan el tema, nosotros mismos, ustedes y yo, no tendríamos
más remedio que sentirnos una barbaridad de bielorrusos. Diríase que, máxime
cuando el Atleti ya tiene una liga para entretenerse y no molestar durante al
menos otros dieciocho años, la comisión europea y la UEFA deberían emitir un
comunicado conjunto para proclamar vencedor de la cita al rival sin que el partido se celebre dado que España, y por ende el
equipo presidido por ese constructor empeñado en dominar el mundo, pertenece a
Europa desde hace más tiempo que nosotros y nuestro equipo, pobres bielorrusos
que acabamos de ver caer el telón de acero y no vamos a poder digerir la
posible abundancia de títulos.
Lo más
curioso del caso es que ni a ustedes ni a mí nos extraña esto. Hace tiempo que
tenemos asumido que esto está montado como está montado y no esperamos justicia
ni defensa de esta causa rojiblanco-bielorrusa que todos hacemos nuestra.
Siente uno hasta un poco de pena, que no indignación, cuando nuestra
queridísima relaxing alcaldesa le deseó hace algún tiempo todo tipo de parabienes al rival sin
reparar en que pudiera enfrentarse en la final a un equipo de la misma ciudad, hecho que sin duda solo se explica al verse arrastrada por la pasión del momento y la bielorrusidad que nos atenaza.
Le pide a uno el cuerpo mandar a tomar por las retaguardias bielorrusas a
todos: medios, prebostes, correveidiles, esposas consortes metidas a regidoras,
mediocres y garrapatas aferradas a la teta acostumbrada y solo espera que este
equipo, al que nunca seremos capaces de agradecer suficientemente la felicidad
que nos ha entregado, haga un esfuerzo más, uno de tantos que ha hecho esta
temporada, para amargar la esperada fiesta a todos, para dar carpetazo en plan
bielorruso a la zarandaja de la décima. No me pregunten por qué, pero tiene uno
el pálpito de que la noche del sábado al domingo será de nuevo larga. Me da en
la nariz que nos volveremos a reunir para que nunca nadie más se acuerde de Schwarzenbeck
ni de sus antepasados. Ojalá sea así y se vuelvan a teñir las calles de
rojiblanco, para que Neptuno nos reciba como el magnífico anfitrión que es después
de haber brindado a la afición los títulos conquistados desde el humilde balcón
de la embajada de Bielorrusia.
Grande una vez más caballero. Su don de la ocurrencia no tiene límite. Yo tengo esa sensación también respecto al partido. Y allí estaré, sin entrada y tratando de olvidar el orden de las letras de ese nombre teutón lleno de consonantes.
ResponderEliminarSupongo que sin entrada pero con posibles en la cartera para hacerse con una, ¿no? Si no, casi que uno prefiere quedarse en casa, en Lisboa va a haber demasiado hijo de mocita suelto...
EliminarEso estoy pensando yo conforme se acerca el día... Pero una promesa es una promesa. Mi amigo (merengón) y yo lo dijimos allá por enero que si la final era esta íbamos. Espero hacer turismo, disfrutar de cruzarme con camisetas rojiblancas (aquí en Málaga es imposible) y encontrar un sitio apacible para verlo en Lisboa...
EliminarEso le pasa por echarse amigos con tara....Jaja
EliminarQué bueno !!! a su elección dejo subir ahora mismo esto a la web de la vida en rojiblanco. Maravillosa descripción de la realidad periodística-deportiva-nacional-madridista. Porque mire usted por donde en Europa se prefiere una victoria rojiblanca, será por algún punto perdido de Eurovisión o vaya usted a saber desde Bielorrusia se lo digo.
ResponderEliminarEl otro día me hablaron de hermandad, ir juntos a la Final y no me quedó otra que mandarles lejos. Les dije: "Vosotros, los de papá estará encima de mamá en noviembre, los del ya caerán, pobrecitos, tristes, pobres, ilusos,... vosotros los mismos que me habéis insultado, los mismos que cada jugada polémica era un favor arbitral al conjunto que amo,... con vosotros no hay ni habrá hermanandad nuca, os odio cada día que pasa un poco más" . Sus caras de sorpresa me produjeron risa. Esa sonrisa gilipolla (con permiso) que luzco desde el 17 de mayo del 2013 y mantengo un año después. La sonrisa del Campeón.
Gracias, me ha encantado el texto.
Un abrazo rojiblanco enorme.
Fernando A
Como usted prefiera Don Fernando, probablemente esté más vigente este que el anterior...
ResponderEliminar¿Hermandad? ¿Frecuenta usted a la relaxing alcaldesa o a algún oriundo de la Aldea del Arce? La hermandad con la Canalla es sencillamente imposible. No hay posibilidad de entendimiento con el aficionado de un equipo que no sabe perder y mucho menos ganar...
Un abrazo
Don Emilio, nosotros a lo nuestro. Sin hacer mucho ruido, partido a partido, ya hemos convertido en chatarra 14 copas: 2 del Oporto, 7 del Milan, 4 del Barça y una del Chelsea. Eso sí, como mandemos al desguace las nueve que nos faltan por desguazar, el estruendo se va a escuchar hasta en Bielorrusia.
ResponderEliminarGenial. Ya me voy para Lisboa al estadio da Luz. Y a ritmo de fado, con Futre, Tiago y todos nuestros portugueses unidos al resto en el derroche de coraje y corazón........voy pensando que volvemos con esa copa remolona y con lágrimas en los ojos a nuestro exilio interior.
ResponderEliminarUn abrazo enorme rojiblanco