miércoles, 12 de junio de 2013

Susto, muerte o la desconfianza en el lacito

Servido está el bombardeo mediático y suena a canción conocida, a vamos a preparar el terreno por lo que pueda pasar. Otra vez las cartas marcadas, otra vez la vaselina previa. Salen los veteranos diciendo que es el mejor candidato. Salen afamados estudiosos del hecho diferencial balompédico y aseguran que es casi la única elección por precio y por no necesitar adaptación a la liga. Salen sus vecinos de portal y dicen que el zagal es una delicia, que saluda siempre en el ascensor aunque sea por la mañana muy temprano y que separa con mimo los envases de plástico y metal para depositarlos en el contenedor amarillo. Sale todo el mundo de debajo de las piedras y dice que es el novio ideal, un marido solícito, que tiene a su madre muy bien atendida y que agarra a los ciegos del brazo para cruzarles la calle, pero no se escucha casi nada de Doyen, que algo tendrá que ver en la cosa. A Negredo me refiero, oigan.


Si acaso alguien desconfía, allí está la maquinaria de propaganda para expandir la duda y el miedo en el descreído: bueno, pues que sepáis que si le ponéis pegas a Negredo lo mismo viene Soldado. Susto o muerte. ¿Y no habría manera de que el que venga no tenga pasado blanco zanussi? Si no es mucho pedir, claro. Hombre, hay otras opciones, pero es que no llegamos, ya sabe usted cómo está la economía del club, pero, ¿qué le voy a contar si ya ve usted cómo tenemos los baños del estadio? No hay un duro, oiga. Ya, ya, dice comprensivo el aficionado conocedor de que a su hijo el mediano le tenía terminantemente prohibido ir a los aseos del Calderón hasta que no supiera nadar sin manguitos. Además, como éste no va a ser tan caro, ya nos traemos a Diego con todas las de la ley, que en otro caso no va a poder ser. ¿Y el dinero de la Champions? ¿Y cómo si no hay dinero sí que lo hay para Pizzi? Mire, lo de Pizzi era una cuestión humanitaria. Entenderá usted que un muchacho con esa mirada mitad Cristopher Lambert mitad Fernando Trueba lo ha debido pasar muy mal en la vida…¡Ah!



Más allá de las aptitudes del delantero y de su capacidad a la hora de marcar goles, uno desconfía de serie de todo lo que viene servido en este tipo de bandejas, será porque las antiguas experiencias nos han dejado ese poso de descreimiento. Servidor no pretende que estas líneas sirvan para denostar o descalificar al futuro nueve de la plantilla, contra el que no tiene nada salvo su procedencia, sino al lacito con el que se nos presenta. Ese lacito que tantas veces hemos visto pegado al envoltorio de regalos infumables y de muy mal gusto. Vendrán otros iguales o mejores, ya saben…



Entonces ¿qué? Nos lo quedamos, ¿no? Y lo de Benteke, ¿no es posible? ¡Uy!, Benteke parecía bueno pero, ¿le ha visto usted los dientes? Los tiene separadísimos y eso es una garantía de lesiones futuras. Lo que nos ahorráramos ahora lo íbamos a pagar en ortodoncias e implantes en los años venideros. Mala inversión lo de Benteke, muy mala…Pues nada, visto lo visto, nos quedamos con Negredo, que por lo menos tiene una dentadura admirable. 

jueves, 6 de junio de 2013

Animadas coplillas del fichaje y la comisión

Al estas fechas llegar,
brota, como la alcachofa,
no se lo tomen a mofa,
el recurrente cantar.
¿De qué viene a perorar?
¿Por qué leches filosofa?
No empiecen a preguntar
que solo llevo una estrofa...


Nada más caer el telón,
el telón de nuestra liga
no hace falta que les diga
que comienza esta canción.
El oyente, con fatiga,
danza un tanto, danza al son,
y se sumerge en la intriga:
Fichajes de relumbrón.


De fichajes les hablaba.
De altas, bajas y cesiones.
De echar fuera los balones.
De rumor con mala baba.
De intensas negociaciones.
Del sueldo que se adeudaba.
De Mendes y de Quilones.
De la abuela, que fumaba.


Otros buscan por el mundo,
peinan mercados a raya.
De ascendencia paraguaya
llega un mediapunta oriundo.
No nosotros, vaya, vaya,
me refiero a los demás.
Nuestra gerencia canalla,
pelucas peina, no más


La parroquia colchonera,
cuando el curso muerto queda,
conoce que abre la veda,
lo peor siempre se espera.
¿De comprar? Ya lo veremos.
Si hubiera quien nos lo ceda…
Insisten, por si creemos,
en la falta de moneda.



Vendiendo más que se adquiere
encima sale orgulloso
el de pelo más frondoso,
el de “juegan donde quieren”
Con su estilo campechano,
y con su tono chistoso,
justifica chabacano
su gestionar tan ruinoso.


¡Ofertas! ¡Liquidación!
Se destapa el mercadeo.
Adictos al regateo
para llenar su zurrón.
Se vende y si no se alquila,
si grande es la comisión,
y se escurre cual anguila
bajando la rescisión.


Antes fue el de Fuenlabrada,
ahora se va el colombiano,
se fue el Kun, el muy fulano,
pronto quedará la nada.
Eso sí, vaya monada
que será ir a La Peineta.
Iremos si terminada,
de momento, la maqueta.


Que si a fin de mes no llego.
Que si el fisco me persigue.
No hay dinero, resta y sigue,
ni un real hay para Diego.
Que si ya te llamo luego,
que ahora estoy muy ocupado
prendiendo de nuevo fuego
al patrimonio robado.


Pasaremos los calores,
con fichajes en cartera.
Pero la verdad, ramera,
dirá que a tantos amores,
¡ay, señoras y señores!,
no es tan fácil contentar
(Más si malos pagadores,
lo suyo es más apropiar).


Les digo a día de hoy,
sabiendo los precedentes,
que con estos delincuentes
a ilusionarme no voy.
Si conocen cómo soy,
el consejo me permitan:
Virgencita, Virgencita,
que me quede como estoy…

lunes, 3 de junio de 2013

Despedidas, transistores y no saber de relajaciones

Mientras la veía alejarse pensó en todo lo vivido a su lado. En las mañanas radiantes, las tardes de tregua y las noches demasiado cortas. Se sintió solo y muy chico sin el calor que notaba cuando ella estaba junto a él. Se sintió vacío, como si algo se le hubiera roto por dentro. Ella no se dio la vuelta ni tan siquiera una vez para mirarle. Siguió andando decididamente por el andén poniendo más distancia entre ellos con cada paso. Una distancia que dolía…


Jugaba el Atleti en Zaragoza pero era casi como si no jugara. Jugaban los nuestros pero con la tranquilidad del que tiene hace tiempo los deberes hechos y pasados a limpio y lo hacía contra el equipo local, un mal estudiante de esos que siempre saca los cursos en el último momento. De esos que se la juegan al cara o cruz final confiando en que su atropellada manera de llevar la asignatura tendrá siempre compensación. Jugaba el Atleti pero andábamos todos con los ojos y los oídos en otros campos. Campos de los que la temporada también se despedía enfilando un andén del que salen trenes para el infierno o para la gloria efímera. Era una noche de transistores, vamos.

Siempre son emocionantes las tardes o noches de transistores aunque a día de hoy hayan perdido ese halo que tenían antes, cuando éramos un poco más jóvenes de lo que somos ahora. Cuando estos días sabían a copita de Fundador o de Centenario y a por todas. Cuando dejaban el regusto de las boquillas Targard o la tranquilidad de los seguros Finisterre para no dejar cosas en el aire. Cuando con cada gol se hacía un repaso de quién bajaba y quién se mantenía, de quién compraba los billetes en el maldito tren y de quién se quedaba en la estación con el equipaje lleno de alivio. No siente uno lo mismo cuando puede ver en multipantalla cada gol en conexión con la ciudad interesada. No queda lo mismo ver un gráfico explicativo de las opciones de cada uno con una aplicación descargada en el smartphone ni escuchando los goles en un iPod shuffle con dolby surround. Llámenme carcamal, pero no es lo mismo.

Salió el Atleti a jugar en este escenario de héroes por un día y de villanos de última generación y salió serio, como es norma, pero sin querer hacer más daño del necesario. Salió con un equipo parcheado y gustó ver a Pulido, al que hemos visto demasiado poco para lo demasiado que hemos visto al Cata, al tímido Insúa y a varios de los no habituales. Salió Diego Costa, que no conoce de partidos relajados ni de trámites y todos se encontraron con un rival condenado y con los brazos caídos. Les decía que el Atleti no quería hacer sangre de manera gratuita y hasta cedió el balón y alguna oportunidad a los maños, pero Courtois tampoco sabe qué es eso de parar a medio gas, de parar con las manos blandas y de tirarse como un saco de patatas, que es algo que sí se vio en porteros que defendían arcos en otros campos.



Se hizo el Atleti con el control del partido casi sin querer. Con muy poquito. Con las caídas a banda de Diego Costa, con el exuberante estado de forma de Koke y con dos o tres cositas más, todas pequeñas. Pudieron marcar los nuestros en varias ocasiones pero parecían no querer. No era plan de arruinar esperanzas por mucho que ya no hubiera transistores en la grada y por mucho que los aficionados jubilados del Zaragoza se quejaran de que la poca cobertura 3G en La Romareda impedía seguir la jornada a través de las redes sociales. Discurría el partido con el Atleti avisando, como en el cuento del lobo, hasta que salieron al campo Arda y Óliver y ya no hubo manera de contenerse de la clase que derraman por el campo los dos. Marcó Turan tras eslalon pinturero y casi lo hace Torres en una jugada que hubiera obligado a los presentes a buscar en lo más hondo de los bolsillos un pañuelo que agitar, aunque fuera de celulosa y con aroma mentolado.

Empataron los locales casi sin querer ni merecerlo y fue entonces cuando de la mano de los artistas y de ese delantero brasileño que no sabe lo que es no poner toda la carne en el asador en todos los partidos, el Atleti selló el pasaporte de los maños para el viaje a ninguna parte con dos goles que, sabiendo que dolían, no se celebraron. Terminó el partido y uno reparaba en lo malo que debe ser para un equipo que se juega cosas como las que se jugaba el Zaragoza tener de rival a este Atleti de Simeone en la última jornada. Ya le pasó al Villarreal antes. No conoce éste Atleti de relajaciones, de partidos de trámite ni de situaciones que pudieran ser tomadas por alguien como deshonrosas. No sabe manchar la camiseta con dejadez o abulia, lo que se agradece en toda circunstancia.


Se nos va la temporada. Se marcha y la vemos alejarse por el andén con paso decidido mientras nos quedamos vacíos por dentro. Se marcha y sabemos que volverá con otra cara, con otro peinado y con un vestido estampado de estreno a finales de agosto pero nos deja igual de apenados. Se aleja deprisa a pesar de tener que tirar de una maleta repleta de con las ilusiones y recuerdos que todos hemos puesto en ella. Sigue andando y en cada paso abre una distancia que es un abismo. El abismo de estos meses sin el Atleti en el campo. El abismo de los fines de semana sin esa cita fija. El abismo de las tropelías que se perpetrarán en despachos o restaurantes de varios tenedores. Se marcha y no se da la vuelta para mirarnos ni tan siquiera una vez. Se aleja y ya la echamos de menos por lo mucho que nos ha dado. Se marcha y sentimos miedo por lo que el verano nos puede quitar, que viendo los precedentes puede ser mucho. Se va y derramamos alguna lagrimita, no como las de Falcao, no, que de esas lagrimitas ya hablaremos más adelante, una lagrimita pequeña, muy sentida. Se marcha y no acabamos de asumir que lo haga, quisiéramos que temporadas así estuvieran siempre a nuestro lado. Ella sigue andando presurosamente, poniendo entre ella y nosotros una cada vez mayor distancia. Una distancia que duele.