Siempre que
ocurren sucesos como el del domingo pasado el personal tiene tendencia a
expresar sus sentimientos en caliente. Es algo humano. Se entiende la necesidad
de intentar sacar a base de palabras, más o menos afortunadas, a ese bicho
enorme que se nos instala en el estómago a los que esto nos gusta y nos toca de
cerca. Como también suele ocurrir en estos casos, los hay que dan en el clavo
con precisión de cirujano que en sus ratos libres se dedica a la
prestidigitación y los hay que no se enteran ni de que un tren de mercancías
pase por la puerta de su casa haciendo sonar la bocina a todas las horas en
punto. Lo triste del caso es que los que dan en el clavo son personas como
usted y yo, que no tenemos ningún mando en plaza y los que andan más perdidos
que una burra en un garaje de tres plantas son los que deberían poner orden en
el tema. Cosas que pasan.
Servidor
piensa que esto es un problema de fútbol, sí, pero que no solo el fútbol tiene
la capacidad de extirpar a los otros si no le acompañan durante la intervención
muchos otros estamentos de nuestra sociedad. Ustedes y yo sabemos que alrededor
del fútbol hay gente maravillosa, gente a la que hemos conocido viajando junto
al Atleti, gente que ha venido a vernos después de muchos años con la excusa de
un partido, gente con la que nos abrazamos como hermanos pese a ser
desconocidos, parejas que se han conocido en un bar de los aledaños del
Calderón y ahora pasean sus ojeras de la mano de unos mellizos vestidos de
rojiblanco que no pueden parar quietos un momento. El fútbol nos hace reír o
llorar como magdalenas con su azúcar en lo alto y nos hace pasar malas o
buenísimas noches. Todo eso es el fútbol y no es poco. También tiene a los
otros, claro, pero eso es lo que no se debería consentir.
A los
otros, a esos que a muchos entre los que me encuentro nos quitan las ganas de
ir a los estadios, habría que decirles con palabras de pocas sílabas para un
mejor entendimiento que recojan sus bártulos y se muden a otros barrios. A
ellos realmente les da igual esto, el fútbol es la excusa y unos colores su
coartada, pero a los otros les proporcionaría el mismo placer una pelea en el
recinto ferial entre los habitantes de Fuenteturbia de Arriba y Fuenteturbia de
Abajo o tirar botellas tras una manifestación por una buena causa que a ellos
se la refanfinfla soberanamente. Los otros se meten con usted por no saltar
cuando ellos saltan, con el negro por ser de otro color y hasta escupen a un
niño de cinco años que no llega a entender qué problema hay en ir a un estadio
con la camiseta que los Reyes le han traído para gran disgusto de su padre, que
es aficionado del equipo rival desde que era un mico. El futuro de los otros
está escrito con tintes de drama. Acabarán en una cuneta o con sus huesos en la
cárcel. Acabarán en un río con la cabeza abierta tal vez y lo mejor que habrán
hecho por la sociedad es no haberse cruzado con nadie normal. A los otros
habría que exigirles también que antes de cerrar la puerta para marcharse
devolvieran a los aficionados de bien lo que nos han arrebatado en todos estos
años de tropelías: la posibilidad de poder ir a ver a tu equipo a lugares como
San Sebastián, Sevilla o ahora La Coruña, la tranquilidad de saber que no habrá
ninguno de los otros de otras ciudades que te afeará el gesto de celebrar un
gol de tu equipo en equivocado recuerdo de las hazañas de esos otros
supuestamente cercanos a los que mucha gente mete en el mismo saco que a ti
pese a no tener absolutamente nada que ver.
¿De verdad es tan complicado echar
a los otros? Uno cree que no dado que los otros son treinta y no más, rodeados,
eso sí, de un numeroso rebaño de palmeros confundidos por una adolescencia más
o menos tardía. Uno cree que sería tan sencillo como que se pusieran de acuerdo
instituciones, aficionados y, con la iglesia hemos topado en el caso de nuestro
equipo, dirigentes de los clubs para erradicar a los otros de la ecuación, para
evitar la indignación y la vergüenza que uno siente cuando piensa en que le
puedan llegar a confundir con uno de los otros por el hecho de ser del Atleti.
Vergüenza
sintió uno también cuando tras finalizar uno de los partidos con menos pinta de
partido que uno recuerda por todo lo que había sucedido en la previa, salió el
presidente del Atleti, peluca y micrófono en mano, a decir que esto no tenía
que ver nada con ellos. Que como lo que había sucedido había pasado a una
distancia prudencial del Calderón y a la hora del desayuno, que a él que le
registraran. Salió a condenar la violencia con su acostumbrado verbo
atropellado pero para hacerse a un lado, para quedarse quieto como Don Tancredo
mientras pasaba el toro de lo acaecido con los pitones muy cerca. Se hizo a un
lado el cañí presidente que consiente la presencia de los otros con la
complicidad del que no quiere remover avisperos no vaya alguien a mirar para él
o para con el que cooperó necesariamente para quedarse con esta casa que tan
grande les viene. Se quitó de en medio de manera vergonzante con esa rebosante
falta de autoridad moral que él potencia creyendo que es casticismo y uno por
primera vez en su vida pensó en la fortuna que tienen los aficionados de otros
equipos a los que sus dirigentes les han hecho el inmenso favor de expulsar de
los estadios a sus propios otros. Se mostró indocumentado, no sabiendo ni
contestando como es costumbre. Callando y otorgando de la misma forma que ante la degradación del
estadio u otros asuntos que deberían requerir su atención y obtienen callada
por respuesta. A lo mejor tendremos que preguntarle al apropiador, que lo mismo
y a pesar del soterramiento de la M-30, se enteró de algo de lo que pasó en una de sus
múltiples vueltas a la vía de circunvalación.
Seguro que
muchos de ustedes, al igual que el que suscribe, tienen hijos de corta edad en
los que han depositado la enorme expectativa de que continúen la tradición familiar
del amor a unos colores. Seguro también que, a pesar de que uno sospecha que a
día de hoy no se van a enterar demasiado de lo que pasa, planean cuándo será el
momento en que los enanos, vestidos de rojiblanco, visitarán el Calderón por
primera vez. Uno solo espera que el día que eso ocurra ya no quede ninguno de
los otros entre los que acudan al estadio.
Buenas, don Emilio.
ResponderEliminarTema muy peliagudo, que, en mi opinión, NADA tiene que ver con el fútbol. Imagino que se ha dado cuenta, pero la inmensa mayoría de las últimas peleas (no) futbolísticas ha sido por motivos políticos. El fútbol hace muchísimo tiempo que pasó a segundo plano.
La alarma creada no debiera tener tintes futboleros y sí sociales. ¿Por qué nuestros jóvenes salen a matarse a las calles? Vean un telediario y juzguen. Poco pasa para lo que debiera ocurrir, si se siguiera el ejemplo de la “gente bien” que nos gobierna.
En fin…. Un día tenemos que tomarnos una cerveza (y unas bravas) y hablar largo y tendido.
Un abrazo.
Estoy de acuerdo con usted, Don Pablo, no tiene que ver nada con el fútbol y por ello el fútbol debería poner todo su empeño en expulsar a los que se escudan bajo su paraguas haciendo que parezca más pequeño todo lo inmensamente bueno que lleva aparejado.
EliminarCierto es que el descontento reinante, la falta de futuro mientras otros se llenan los bolsillos impunemente puede hacer que aflore lo peor en un grupo de equivocados, pero incluso en caldos de cultivo así se hace difícil qué impulsa a alguien a confirmar asistencia en un evento preparado para matar o morir.
...y una de oreja, oiga, a la plancha si es posible...
Un abrazo
D. Emilio, no me salen las palabras. Estoy profundamente asqueado, decepcionado y lleno de rabia.
ResponderEliminarTodo es un completo despropósito y quien paga el pato soy yo y otros tantos cientos de miles en toda España, a los que nos afean, señalan e incluso amenazan por una panda de mierdosos que ni siquiera son de nuestro equipo pero que utilizan su nombre y su cobijo para toda una serie de delitos por los que hace tiempo que deberían estar pagando.
¿Ahora que, D. Emilio? ¿Cómo me presento en mi querida Coruña a ver al Atleti, a visitar a mis amigos y compartir con ellos una jornada de Liga? ¿Porqué ya no puedo ir a Sevilla acompañando a mi equipo? ¿Porqué tengo que pasar miedo en Valencia? ¿Porqué me enjaulan en Villarreal o Bilbao?
Y no quiero hablar en su santa casa de la inutilidad gubernamental y de la idiocia de nuestra dirigencia. No quiero ensuciarla con exabruptos y gruesas palabras. Tan solo permítame que al señor Consejero Delegado y al señor Presidente del Club Atletico de Madrid SAD los mande a esparragar, que es una fina forma de mandarles a la m.... Ojalá que esto sirva, no sólo para limpiar los fondos, sino también los palcos. Sería lo único positivo de toda esta verguenza.
Buenos dias.
PS: Lamentáblemente, tardaré mucho en poder compartir con mi hijo un partido del Atleti. Porque le dije que espero un chico...¿no?
Ya verá como lo de ir con el enano al campo llega antes de que se dé cuenta siquiera.
ResponderEliminarCuando viajemos, vamos a tener que ir con mil ojos para saber si el sitio que visitamos es afín o contrario a la corriente imperante en los otros, para saber si alguna cuita que desconocemos puede hacer que a nosotros, simples aficionados, nos puede costar un disgusto...Una pena
Cuando ocurren estas cosas uno se da cuenta del nivel del país: siempre reaccionando tarde, con muertos sobre la mesa y siempre reaccionando tras haber dejado claro que esto no tenía que ver conmigo...Del dúo prescrito permítame no hablar más, solo mentarlos al escribir esto me ha provocado una acidez brutal...
Buenos días