Estimado señor apropiador indebido, se preguntará usted quién osa turbar su descanso navideño tras el agotador trabajo realizado en esta primera parte de la temporada, trabajo que se suma al brillante desempeño que a través de tantos y tantos años llevan ejerciendo usted y su familia al frente de la Sociedad Anónima Deportiva, aunque esto último, lo de deportiva, sea ampliamente discutible. El que se dirige a usted a través de esta misiva fue para usted y su señor padre primero un número, para posteriormente convertirse en un número algo más difuminado por la distancia que otorga el no acudir semanalmente al estadio del club de sus amores harto de no reconocer lo que un día fue. También se preguntará el por qué me dirijo a usted en los términos de apropiador indebido con esa ligereza, obviando otros de los títulos que usted ostenta como veterinario no practicante, consejero desaconsejable o gestor premiado en foros respetabilísimos. La razón es muy simple, el resto de los sobrenombres que podrían serle aplicados no están del todo demostrados y, de igual manera que un hombre no puede ser calificado de padre por el mero hecho de haber contribuido biológicamente al hecho fecundativo por muy placentero que este fuera, desconfío a la hora de dirigirme a usted en esos términos. No tengo miedo, en cambio, a equivocarme en tildarlo a usted de apropiador indebido, dado que esa es una gracia demostrada y sentenciada por la justicia, a pesar de que los recovecos legales le hayan proporcionado el apellido de prescrito, o lo que es lo mismo, impune.
El motivo de mi epístola es intentar hacerle ver el infinito daño al que su gestión somete al club y, por ende, a tantas y tantas personas que sienten en rojiblanco. Esas personas de aquí y cada vez menos de otros sitios a los que el seguimiento de su equipo sirve para aliviar sus penas, aliñar sus alegrías o desconectar de sus rutinas. De un tiempo a esta parte y al igual que el que suscribe, la gran mayoría de los atléticos no lo reconocemos. No somos capaces de encontrar esos lugares comunes que nos hacían diferentes: la entrega, la lucha, el orgullo, los jugadores identificados con una idea que parecía religión…Tal vez sea por el hecho de que seguimos pensando en la institución de otra manera, no como si fuera una empresa, que es como seguramente usted lo verá. Probablemente seamos unos románticos caducos, sí, pero puestos a hablar de datos crematísticos, tampoco es muy normal que el tercer presupuesto empresarial no consiga desde hace tanto tiempo unos resultados acordes a su masa social y a su importancia histórica. Le diría más, le diría que, desde el punto de vista industrial, no tiene demasiado sentido comprar tan caro y vender casi regalado. No se explica demasiado bien que el negocio deportivo haya migrado al de compra y venta de jugadores usados y de ocasión, tampoco se explica que el proyecto futbolístico se ponga en manos de profesionales a los que, por encima de su competencia, se les valora su capacidad de oír, ver y callar. No se puede comprender esa casualidad que hace que todos los jugadores que se venden como idóneos para la sociedad sean representados por los dos mismos managers de cabecera. No cabe en casi ninguna cabeza que nos tengamos que mudar a un estadio de extrarradio cuando disponemos de uno en el centro de la ciudad. No se entienden tantas cosas, casi todas.
El fin último de mi misiva es rogarle que lo deje. Que se vaya. A pesar de los tiempos de crisis que nos asolan, seguro que una persona con sus contactos es capaz de encontrar otra actividad en la que desarrollar su exitosa vida profesional. A lo mejor podría usted regentar una empresa de transportes urgentes por carretera para cubrir esa primaria necesidad que tiene de conducir compulsivamente alrededor de vías de circunvalación. Seguro que podría usted dedicarse a la ventriloquia, como Mari Carmen o José Luís Moreno, dado su talento para manejar marionetas campechanas y chuscas que se sientan en poltronas de presidencia. Muy probablemente no percibirá en esas actividades el sueldo que ahora mismo se otorga usted de manera tan graciosa, pero convendrá conmigo que son profesiones que le aportarán muchas más satisfacciones en lo personal que las que usted tiene en la actualidad, donde usted no puede sentarse en el palco de su usurpada propiedad para ver los partidos del club que le paga, unos dicen que por los nervios, otros pensamos que por mala conciencia.
Me atrevo a certificarle que, dada la grandeza que en múltiples ocasiones ha demostrado la afición atlética, podría usted batirse en indigna retirada sin ningún problema, con la caja de sus pertenencias bajo un brazo y una tarjeta de despedida firmada por varios representantes en el otro. Llegado a este punto, casi nos dan igual los desfalcos que usted haya podido cometer o la numerosa familia de arañas que dejará instaladas en las arcas del club. Sólo queremos que quien se ponga al frente de la entidad sea alguien que de verdad sienta los colores rojos y blancos como suyos en contraposición a usted y sus secuaces, que solo se identifican con los colores de pagarés a noventa días fruto del cultivo intensivo de comisiones. Ya nos las arreglaremos sin usted. De verdad. Quédese tranquilo. Seguramente, cuando reputados arqueólogos colchoneros consigan exhumar los libros de contabilidad del túmulo de números paralelos y con tirabuzón donde deben estar enterrados, nos volveremos a acordar de usted, de su padre y de la señora madre que les trajo a ambos, pero será el recuerdo de un mal sueño. Una pesadilla que ha durado casi un cuarto de siglo pero de la que finalmente habremos despertado.
No le entretengo más. Seguro que anda usted muy ocupado diseñando futuras estrategias para colocar más escudos humanos que se lleven las broncas en los alrededores de su gerencia. Permítame insistirle en que no le necesitamos, en que se puede usted llevar su galardonada gestión y su asintótica nariz a otra parte sin que esto suponga un quebranto para nadie que no cobre a porcentaje por cada fichaje. Dado el tono cortés de la epístola me gustaría despedirme diciendo que fue un placer, pero mentiría, me pondría a su nivel. Casi mejor le digo aquello de tanta gloria se lleve como nos deja. Sin más que decirle, le dejo un postrer saludo que espero no sea objeto de su apropiación.
Atentamente…
Buenas tardes D. Emilio.
ResponderEliminarLástima que su misiva no llegue donde debería y no sea leida por su destinatario.
De todas formas, creo que ni aunque hubiera una oferta estratosférica vendería sus acciones del club. El negocio de compra-venta de jugadores le da muchos beneficios legalmente, sin entrar a valorar otras opciones no legales en las que no me meto por no disponer de información contrastada.
Y tengo mis dudas de si sería positivo. ¿Un Pitterman? ¿Un Ali Syed?
A esta situación no se habría llegado si de verdad hubiera justicia en este país y no un entramado de intereses creados. Pero en este momento no veo una solución viable.
Un saludo.
Ya está linkado.
ResponderEliminarUn saludo para Abran cancha
Don Alberto, a mí casi que me valdría cualquiera que viniera para quedarse con el equipo, ¿sería más malo que esto? Difícil.
ResponderEliminarDicho lo cual, coincido con usted en que ni con oferta mareante lo venderían ¿Dónde podrían trincar lo que trincan y embolsarse las comisiones con las que trafican?
Un saludo