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martes, 28 de agosto de 2012

De veranos azules y también algo rojiblancos


– ¡No te olvides de mí! ¡Escribe cuando llegues! –gritaba contrito el atezado muchacho mientras perseguía al coche familiar cargado hasta los topes que iniciaba el periplo de regreso a la rutina tras las vacaciones playeras.

– ¡Uy!, Bea hija, ¡pues sí que has dejado huella en este zagal! ¡Qué despedida tan emotiva y visceral a la vez! ¿Y cómo dices que se llama?

– Ni idea mamá. ¡Como si diera tiempo a conocer a nadie en dos noches de media pensión que hemos estado en la costa!

Terminada esta bonita estampa, el cabeza de familia puso en el cassette del coche la cinta del Dúo Dinámico para que sonase “El final del verano”, tonada que siempre viene bien para ambientar despedidas estivales y enardecer depresiones postvacacionales….


Terminado ya casi agosto, uno se da cuenta de que los veranos actuales distan sobremanera de ser considerados azules. Cuesta pensar que a un grupo de mozalbetes les dé tiempo a intimar con estos asuetos express a los que nos vemos abocados. Cuesta pensar en que se atrevan a atrincherarse en la barca, situada en tierra, de un pescador barbudo que atiende al nombre de Chanquete sin que los antidisturbios aceleren el desahucio y se lleven preso al anciano por fundadas sospechas de pederastia. Cuesta pensar, en fin, en una jovial excursión canicular de muchachos y muchachas en bicicleta, silbando despreocupadamente por esas carreteras comarcales de Dios ajenos a que probablemente una Ford Transit sin seguro se los lleve por delante a la vuelta de la siguiente curva con visibilidad reducida.

No son tampoco las cosas como antes si de los veranos rojiblancos, pero también azules de pantalón, hablamos. Pasaron los años de los proyectos megalómanos para dejar paso a los tiempos de los proyectos minimalistas. Atrás quedaron aquellos días de fichajes caros o directamente inflados, véase por ejemplo lo que se pagaba por los indirectos protagonistas del caso Negritos, símbolos del mestizaje solidario y trincón. Lejos quedan aquellas fotos de nuevas incorporaciones que podían formar una alineación, lejos las presentaciones más o menos multitudinarias y con caídas de culo incluidas. Ahora las presentaciones se hacen aprovechando una oferta tres por uno, y cuando digo uno me refiero a millones de euros. Están las cosas mal, o más bien se suponen. Todo lo que tiene que ver con aspectos contables en nuestro club entra en el terreno de la suposición y de las conjeturas pero siempre con una verdad inexorable de fondo, aquella que ya se dictó en forma de sentencia.

Con este panorama, andan las ilusiones frente al nuevo curso algo anestesiadas. Ya nadie osaría a poner una pancarta como aquella que aparecía en estas fechas al lado de un córner, “Este año sí”. Les diré más, no solo estas fechas vienen magras de ilusión sino que se preñan de canguelo. Mira el aficionado cada día el periódico temiendo la acostumbrada venta de última hora y espera como agua de mayo a que lleguen las cero horas del día uno de septiembre en una revisión del clásico, ¡Virgencita, que me quede como estoy! Aún así, algo queda. Quedamos todos nosotros, que no es poco, queda alguien que sabe de qué va esto en el banquillo, que es algo no tan habitual y quedan clavos a los que agarrarse en el campo, que ya es algo más.



Preparado para salir andaba el Atleti en la bocana de vestuarios mientras en la grada la afición se encontraba comparando todavía tonos cetrinos de piel. Los más y los menos presumían de esa palidez amarillenta que tan bien potencia la luz de los focos del Calderón sin que hubiera noticia, como en anteriores años, de que algún presuntuoso hubiera dado muestra de querer enseñar las fotos de una excursión optativa nadando entra manatíes. Solo aquella dama que se apoya en la barandilla de la primera fila de tribuna, rompía la uniformidad al mostrar un aspecto tostado y saludable ofreciendo un rayo de esperanza a sus vecinos de sector que más tarde se disipó al aclarar ésta que el tono corresponde a haber estado sembrando patatas en la parcela del pueblo por lo que pueda pasar. Rendía visita el Athletic y apareció en el campo también pálido ante la falta de muchos de sus anteriores puntales, declarados en rebeldía tal vez por las maneras de Marcelo Bielsa, ese entrenador con modos de tía solterona que vive rodeada de gatos.

Dejaba el Cholo para la ocasión a Adrián en el banco para salir con el esquema que a él realmente le gusta: un delantero y una segunda línea con tres. Volvían Filipe y Juanfran a los costados y volvía Mario, mucho más seguro, como de costumbre, a la hora de realizar un cambio de estilismo capilar que a la hora de realizar un cambio de juego. Se hicieron con el mando los nuestros casi sin querer ante un equipo tocado y casi hundido. Aparecía el peligro siempre prendido de las acciones de Arda, ese jugador capaz de realizar regates en un baldosín de piscina municipal, y con Falcao en uno de esos días en los que tiene hambre. No desentonaba el resto: bien plantada la defensa aunque con menos vocación ofensiva de los laterales; solvente un medio del campo poco exigido, con Gabi ejerciendo de pulmón, con Koke llegando al área con asiduidad y con el Cebolla haciendo honor a su nombre, meritorio como base de sofritos y salsas pero insuficiente a todas luces como plato principal. Por encima de todos, como les decía antes, el turco y el colombiano.

Llegó el primero de la noche en una pillería de Radamel adornada por la pasividad del central marcador. Llegaba el segundo tras posible posición dudosa de Godín pero indudable e inapelable remate del nueve rojiblanco. Llegaron más oportunidades que se encontraron con Iraizoz y llegó el descanso dejando sensaciones de partido mucho más plácido que brillante por mucho que a los comentaristas televisivos les guste abusar del epíteto.
Comenzó la segunda por donde se marchó la primera, con el Atleti llegando y con los bilbaínos prácticamente noqueados. Poco ayudaron a los vizcaínos los cambios de Bielsa, al que debería reconocérsele su aportación a la comodidad de las últimas victorias madrileñas en choques directos. Lo mismo que puso a Javi Martínez de lateral en el choque del curso pasado, ayer se sacó de la manga a Iturraspe como central, consiguiendo con ese genial movimiento un doble efecto, dejar el centro de la defensa temblando como flan al baño maría y extinguir cualquier intento de salida de balón con criterio. Ante tanta facilidad, redondeó Falcao su cruzada devoradora de redes contrarias y hasta Tiago, siempre tan tacaño en el disparo, sorprendió anunciando de zapatazo que la cuarta ronda la pagaba él tras genuina jugada, por atropellada, de Diego Costa.

Se nos va casi agosto  y con él esta segunda jornada. Deja el partido de ayer aroma a equipo trabajado. Se ha hartado el Cholo de decir en sus comparecencias que habrá que suplir la falta de individualidades con el bloque y eso mismo se reflejó ayer. Un bloque en el que asoman dos o a lo sumo tres jugadores algo desequilibrantes. Aún así, el partido más que aromas deja tufo de que el rival no estuvo nunca a la altura. No estuvo el Atleti especialmente inspirado en el juego, no presionó de manera feroz, tuvo más errores que aciertos en la definición y, con eso, fueron cuatro, aunque no hubiera extrañado que fueran ocho. Queda todavía, antes de que termine el mes un partido festivo y conmemorativo. Por lo conseguido el año pasado en Europa y por ver a uno de los nuestros en el equipo contrario. Será en Mónaco, cuna de grandes premios, princesas díscolas y colchones de viscolástica. Una cita para celebrar. Una cita que en la victoria te deja henchido y que en la derrota casi te deja tan pancho….


– ¿Pancho? –dijo Bea intentando recordar el nombre del mozalbete que corría todavía junto al coche a pesar de ya estar en la autovía –. Pues sí, creo que se llama Pancho –concluyó admirada por la velocidad casi jamaicana que exhibía su enamorado antes de chocar con un poste de SOS.